Barcelona
¡Hola de nuevo mis queridos lectores!
Escribo estás líneas, mientras la lluvia golpea los cristales. Quizá pueda borrar algo del sinsabor que siento ahora mismo. Quizá. Su sonido relajante es lo único que se oye desde esta habitación. Algo a lo que me acostumbré en seguida, cuando nos trasladamos a vivir aquí. Sin embargo, todavía puedo cerrar los ojos y escuchar el ruido de los coches de mi ciudad natal, Barcelona.
Barcelona, la ciudad que me vio nacer y crecer. Un lugar hermoso y fascinante, repleto de lugares maravillosos que despertaban mi imaginación, cuando era niña. Todavía lo siguen haciendo. Y lo harán para siempre.
Barcelona, la ciudad que me enseño la pluriculturalidad desde pequeña. Pasear por las Ramblas y encontrar igual cantidad de turbantes indios, pañuelos en la cabeza, pamelas, gorras, sombreros de todas las clases y gente sin la cabeza cubierta, era lo más normal del mundo. Y lo más maravilloso. No soy capaz de recordar cuantos idiomas he escuchado entre las calles de mi ciudad, uno de los lugares más abiertos y acogedores que he conocido.
Barcelona, la ciudad que se ha visto atacada por el terror. Un miedo que no borrará lo que Barcelona fue, es y será. Hoy todos somos Barcelona y lo seguiremos siendo por siempre. Ese pueblo que se levanta y sigue navegando entre las aguas del mar Mediterráneo. Ese pueblo que vuela alto, gracias a todos sus habitantes.
Barcelona, la ciudad que me ha hecho sentir orgullosa. La ciudad cuyo tráfico se colapsó por la gran cantidad de personas que acudieron en su ayuda. Personas que corrieron a ofrecer todo lo que podían para ayudar a todo aquel que lo necesitara. Héroes anónimos a los que doy gracias de todo corazón.
Hoy llueve, pero mañana, volveré a pasear entre las calles de Barcelona. Mañana caminaré, como siempre he hecho y haré, por Las Ramblas, para llegar al mar, mi mar, con el sol colándose entre las hojas de los plataneros, con el Tibidabo a mi espalda y toda mi ciudad al lado.
Soy Barcelona.
Escribo estás líneas, mientras la lluvia golpea los cristales. Quizá pueda borrar algo del sinsabor que siento ahora mismo. Quizá. Su sonido relajante es lo único que se oye desde esta habitación. Algo a lo que me acostumbré en seguida, cuando nos trasladamos a vivir aquí. Sin embargo, todavía puedo cerrar los ojos y escuchar el ruido de los coches de mi ciudad natal, Barcelona.Barcelona, la ciudad que me vio nacer y crecer. Un lugar hermoso y fascinante, repleto de lugares maravillosos que despertaban mi imaginación, cuando era niña. Todavía lo siguen haciendo. Y lo harán para siempre.
Barcelona, la ciudad que me enseño la pluriculturalidad desde pequeña. Pasear por las Ramblas y encontrar igual cantidad de turbantes indios, pañuelos en la cabeza, pamelas, gorras, sombreros de todas las clases y gente sin la cabeza cubierta, era lo más normal del mundo. Y lo más maravilloso. No soy capaz de recordar cuantos idiomas he escuchado entre las calles de mi ciudad, uno de los lugares más abiertos y acogedores que he conocido.
Barcelona, la ciudad que se ha visto atacada por el terror. Un miedo que no borrará lo que Barcelona fue, es y será. Hoy todos somos Barcelona y lo seguiremos siendo por siempre. Ese pueblo que se levanta y sigue navegando entre las aguas del mar Mediterráneo. Ese pueblo que vuela alto, gracias a todos sus habitantes.
Barcelona, la ciudad que me ha hecho sentir orgullosa. La ciudad cuyo tráfico se colapsó por la gran cantidad de personas que acudieron en su ayuda. Personas que corrieron a ofrecer todo lo que podían para ayudar a todo aquel que lo necesitara. Héroes anónimos a los que doy gracias de todo corazón.Hoy llueve, pero mañana, volveré a pasear entre las calles de Barcelona. Mañana caminaré, como siempre he hecho y haré, por Las Ramblas, para llegar al mar, mi mar, con el sol colándose entre las hojas de los plataneros, con el Tibidabo a mi espalda y toda mi ciudad al lado.
Soy Barcelona.
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